Por: Equipo Primera Linea


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Pantallas y desarrollo infantil: cifras que encienden las alarmas en Colombia

7 noviembre, 2025

El problema no es solo la cantidad de tiempo, sino el impacto profundo y silencioso que esta sobreexposición digital está teniendo en el desarrollo cognitivo y emocional.

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Última actualización noviembre 7, 2025 a las 01:14 pm

En el país las niñas ya pasan entre cuatro y cinco horas diarias frente a pantallas, mientras que los niños superan las tres horas, según datos de UNICEF. En ciudades como Bogotá y Medellín, expertos advierten que este tiempo ya rebasa el dedicado a la lectura o al juego al aire libre, actividades esenciales para el desarrollo infantil.

El problema no es solo la cantidad de tiempo, sino el impacto profundo y silencioso que esta sobreexposición digital está teniendo en el desarrollo cognitivo y emocional. “Estamos viendo chicos que a los tres años presentan retrasos en el lenguaje y menor capacidad de atención, en parte por un uso excesivo y sin mediación adulta de la tecnología”, explica Karen Pionce, directora del programa de Licenciatura en Educación Infantil de Areandina, sede Valledupar.

La evidencia científica respalda estas preocupaciones. Un estudio publicado en JAMA Network Open (2025) encontró que cada hora adicional de pantalla aumenta en 21 % el riesgo de miopía infantil, mientras que investigaciones en JAMA Pediatrics (2025) confirman que la exposición temprana y prolongada a dispositivos móviles afecta la comunicación, la memoria y la capacidad de resolución de problemas.

Cuando la tecnología invade la infancia: algunos impactos a tener en cuenta

Un estudio publicado el año pasado en la revista Sleep Health reveló que el uso de dispositivos electrónicos cerca de la hora de dormir reduce la producción de melatonina, afecta la calidad del sueño y provoca somnolencia diurna. Esta alteración en el descanso repercute directamente en la memoria, la atención y el rendimiento académico de los niños.

La evidencia científica también muestra una relación dosis-respuesta preocupante: a mayor tiempo frente a pantallas en los primeros años de vida, mayores los riesgos para el desarrollo cognitivo. De hecho, otras investigaciones recientes confirman que más tiempo de exposición a los 12 meses se asocia con retrasos en la comunicación y en las habilidades para resolver problemas a los dos y cuatro años. “El uso pasivo de celulares, sin interacción con adultos, limita el vocabulario y la capacidad para reconocer emociones”, explica Pionce.

El impacto emocional tampoco es menor. El informe europeo HBSC/OMS 2025 señala que 11 % de los adolescentes presenta un manejo problemático de redes sociales y 32 % un uso intenso, ambos relacionados con menos horas de sueño y mayor riesgo de síntomas depresivos. Aunque estos datos provienen de Europa, reflejan tendencias globales que ya se perciben en América Latina y Colombia.

“Los menores aprenden a esperar gratificación inmediata. Esto dificulta su capacidad para concentrarse en tareas largas, resolver problemas o simplemente escuchar una historia hasta el final”, agrega la docente de Areandina, quien además sostiene que el cerebro necesita entrenar la paciencia y la atención sostenida, y eso no ocurre con videos de 15 segundos.

Qué pueden hacer las familias, jardines y colegios

La OMS y la Asociación Americana de Pediatría (AAP) recomiendan cero pantallas antes del primer año, máximo 1 hora diaria entre los 2 y 4 años y siempre con acompañamiento adulto. Para estudiantes y adolescentes no fijan un tope único, pero sí enfatizan limitar el uso, priorizar contenidos de calidad y mantener rutinas libres de dispositivos antes de dormir.

Los expertos coinciden en que no basta con reducir horas, es necesario reemplazar pantallas por experiencias significativas: lectura en voz alta, juegos al aire libre, actividades artísticas y deportes. La OMS también sugiere al menos dos horas diarias de actividad física y espacios familiares sin celulares, especialmente durante comidas y antes de dormir.

Pionce enfatiza que la clave es el acompañamiento: “No se trata de prohibir por prohibir. Si los adultos ven contenidos con los niños, hacen preguntas, conversan y establecen rutinas, el impacto negativo de la tecnología disminuye drásticamente”.

En este sentido la AAP promueve la creación de un Plan Familiar de Medios, donde cada hogar defina horarios, espacios y tipos de contenido apropiados para cada edad. Los colegios, por su parte, pueden implementar “horas libres de pantalla” para fomentar la lectura, la interacción social y el juego colaborativo.

Finalmente, la docente de Areandina sugiere cuatro señales de alerta para pedir ayuda profesional: pérdida de interés en actividades sin pantallas, irritabilidad excesiva al limitar su uso, retrasos en el habla o dificultades para dormir.

“Estamos a tiempo de corregir el rumbo. La tecnología puede ser aliada del aprendizaje si se usa con criterio. El reto es devolverle a la infancia el equilibrio entre lo digital y lo humano”, concluye la Pionce.