8 febrero, 2025
Esta es una serie fotográfica que cuenta la historia de Elías, uno de los tantos pescadores del corregimiento de Candelaria, Cesar.
Última actualización febrero 8, 2025 a las 01:28 pm
Por: Davian Ospino
@Davian_camara
El 13 de octubre de 2023, la oscuridad aún abrazaba la Ciénaga de Zapatosa cuando me aventuré en una canoa junto a Elías Martínez Durán. No era un simple viaje, era una inmersión en la vida de un hombre cuya existencia está intrínsecamente ligada a las aguas que lo rodean.
Un pescador cuya historia, como la de muchos otros pescadores de Candelaria, corregimiento de Chimichagua, Cesar, resuena con la lucha constante por la supervivencia en un entorno hermoso y a la vez despiadado.
Como fotógrafo busco capturar la esencia de la vida, las historias que se esconden detrás de las miradas y los paisajes. La Ciénaga de Zapatosa; ecorregión de grandes artistas musicales, me llamaba con su belleza y sus secretos, y la historia de Elías, un trabajador incansable con cuatro hijos, era una historia que merecía ser contada.
El viaje hasta Candelaria no fue fácil. Desde Valledupar, inicié el recorrido en bus que me dejó en Pailitas, cesar, seguido por un carro que me llevó hasta Tamalameque, cesar, y finalmente una moto hasta mi destino, casi 8 horas de viaje para llegar a este rinconcito, Candelaria, este territorio que tiene alrededor de 1.000 habitantes, desde donde se puede disfrutar de una de las vistas más lindas de la Ciénaga de Zapatosa. Sin duda, fue un esfuerzo que valió la pena, pues me adentraría en un mundo que desconocía.
A las 3:00 o 4:00 a.m., cuando el resto del pueblo dormía, Elías y yo ya estábamos en pie. Su jornada comenzaba en la penumbra, revisando las redes de trasmallo, una técnica de pesca ancestral que consiste en extender redes en el agua para atrapar a los peces que se mueven en la oscuridad.
En la canoa, justo en la mitad de la Ciénaga a las 4:40 am, el silencio solo era interrumpido por el suave chapoteo del remo, el sonido de grillos y ranas, y el chocar de mis palmas tratando de ahuyentar a los molestos insectos que revoloteaban en mis ojos y oídos. La oscuridad era casi palpable, pero los sentidos de Elías parecían agudizarse en esas condiciones. Conocía cada rincón de la Ciénaga, cada corriente, cada posible escondite de los peces.
El trasmallo y la atarraya son más que una herramienta de pesca; es una herencia, una forma de vida transmitida de generación en generación. Es el vínculo que une a Elías con sus antepasados, con la ciénaga, con su propia identidad y su progreso.
“El trasmallo se usa de noche y la atarraya de día, esto es pesca artesanal, la que me da a mí la comida de la casa y para comprarle los útiles a los hijos míos”, afirma Martínez a sus 49 años, casi 30 de ellos dedicados a la pesca, por medio de la cual ha visto cómo la ciénaga ha cambiado.
Él suele recordar su juventud, cuando también trabajaba como comerciante y campesino, pero la pesca siempre ha estado presente, como un llamado ancestral.
Cómo él mismo lo dijo, esta actividad económica es su sustento, el de su familia y el de la mayoría del pueblo. Sin embargo, la ganancia es mínima. Mientras los comerciantes, mal llamados ‘revendedores’, cobran a clientes por cada pez entre $3.000 a $4.000 pesos, Elías ha llegado a dejárselos a los comerciantes a $300 pesos. Una diferencia abismal que genera en él una profunda impotencia.
Es inevitable no sentir frustración, pues trabajar arduamente cada madrugada y no ver los frutos de su esfuerzo, llega a un punto de quiebre que pareciera no ser consolado por nada ni por nadie. Por eso, siente incertidumbre de no poder brindarles a sus hijos y a su esposa la vida que merecen. Una lucha constante contra la precariedad que lo consume día a día.
En 2025, más de un año de aquella visita, el panorama comercial sigue igual: “Eso siempre ha sido así, el que se queda con las ganancias es el revendedor, le pagan a uno barato, ahora están pagando la libra de bocachico a $1.800 y ellos los venden hasta el triple”.
Otros problemas acechan en la región. Los proyectos de minería que están en zonas aledañas amenazan con destruir su forma de vida, contaminando las aguas y acabando con los peces. También ha estado la pesca con dinamita, una práctica ilegal pero persistente, la cual representa una grave amenaza para el ecosistema y para la subsistencia de los pescadores artesanales.
Pero en medio de la oscuridad y la incertidumbre, también hay momentos de belleza sublime. A las 5:30 a.m., el cielo comenzó a teñirse de colores irreales, asombrándome la facilidad con la que el cielo podía cambiar rápidamente a tonos rojos, naranjas, amarillos y violetas, estos se mezclaban en un lienzo celestial, reflejándose en las aguas tranquilas de la Ciénaga.
En ese instante mágico, mientras yo observaba extasiado el amanecer más hermoso que mis ojos hayan visto, la silueta oscura de Elías recortada contra el cielo iluminado se convirtió en una imagen imborrable. Una fotografía que captura la esencia de su lucha, su conexión con la naturaleza y la belleza que lo rodea.
Este amanecer representa la esperanza que persiste a pesar de las dificultades. Es un recordatorio de la belleza que existe en el mundo, incluso en los lugares más remotos y olvidados. Es un instante de paz y armonía con la naturaleza que reconforta el alma de Elías y lo impulsa a seguir adelante.
El Complejo Cenagoso de la Zapatosa no solo es un lugar de pesca; es un ecosistema vital, un patrimonio cultural y una fuente de inspiración para artistas y músicos. Es un humedal de importancia internacional, declarado así por la Convención de Ramsar, tratado mundial sobre la conservación de este tipo de ecosistemas.
De acuerdo con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, este es el humedal continental más grande de Colombia, cuenta con una extensión de entre 30.000 y 40.000 hectáreas en verano y 70.000 hectáreas en invierno, comprendidas entre los municipios de Curumaní, Chiriguaná, Tamalameque y Chimichagua en el Cesar y El Banco, departamento de Magdalena.
El futuro es incierto en esta parte de Chimichagua, sobre todo por el abandono estatal en el que se encuentra el corregimiento de Candelaria y los pescadores del centro del cesar, quienes aún conservan la esperanza de un mejor devenir para toda la comunidad, la cual defiende sus derechos y busca alternativas sostenibles que permitan preservar la Ciénaga y garantizar el sustento de quienes la rodean.
“Ojalá se acuerden de este pueblo, lo tienen olvidado los políticos esos, aquí nada más vienen a buscar votos. A este pueblo no llega nada, ninguna ayuda, y el pueblo necesita de todo, alcantarillado, agua potable, de todo, pero no se acuerdan”, alertó el pescador.
La historia de Elías es de resistencia, de conexión con la naturaleza y de lucha por una vida digna. Es una historia que nos invita a reflexionar sobre el valor del trabajo, la importancia de preservar nuestro entorno y la necesidad de apoyar a las comunidades que viven en armonía con él. Hoy más que nunca, sé que Elías está aún en la pesca interminable de sus sueños, remando más, y más fuerte contra las corrientes del olvido.