Por: Carlos Mario Jiménez


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Mi historia con el Festival Vallenato

24 abril, 2019

Por todo ello, por mi historia y por todo lo que representa para todos nosotras los vallenatos, estas letras de este relato van dedicadas con todo cariño a nuestra fiesta, a nuestra tradición, a nuestra vallenatía, a nuestro Festival de la Leyenda Vallenata.

FESTIVAL VALLENATO_PRIMERALÍNEA_CORTESÍA
El Festival Vallenato nació en 1968 y un año después Colacho Mendoza se alzó con la corona de rey.


Última actualización abril 24, 2019 a las 09:58 pm

“Ya comienza el Festival vinieron a invitarme” es una frase que al escucharla me transporta a la última semana del mes de abril, sobre todo si estoy lejos de Valledupar.

Siempre he visto el Festival como algo nuestro, ya que lo asimilo como nuestra identidad Vallenata sin que nadie tenga que venir aclarármelo o algún decreto o fallo a imponérmelo.

Hablar del Festival Vallenato es irme hasta mi niñez, no sé exactamente cuál fue el primer rey vallenato que vi coronar en la antigua plaza Alfonso López, pero si recuerdo la romería de gente y las barras de los aspirantes a rey que si la memoria no me falla tocaban en unos kioscos que habían bordeando la plaza.

Mi papá, Jaime Pérez Parodi, me llevaba a los festivales como su asistente personal, encargándome de tenerle su grabadora para las entrevistas, una libreta de apuntes y su miel de abejas (para la voz), voz que ensayaba unas semanas antes de empezar el certamen, entonando en su cuarto todas las vocales junto a frases como “yo me llamo Jaimeeee”, “buenas noches”, “señoras y señores” o simplemente no hablaba y se comunicaba por señas para cuidarla.

Yo era un niño y muy seguramente mi inocencia no me permitía darme cuenta lo afortunado que era al estar ahí en la tarima al lado de juglares como Colacho Mendoza, Luis Enrique Martínez, entre otros; fue el tiempo quien con los años me mostró lo privilegiado que fui de estar cerca de los grandes exponentes del folclor, amalaya en esa época una cámara de fotos.

Recuerdo también a la Cacica Consuelo Araujo Noguera, quien era como omnipresente y hablando en términos actorales confieso que no he conocido otra vallenata con tanta “presencia escénica” como ella. La recuerdo con ese ímpetu que solo tienen los grandes líderes, tanto que no era indiferente ni para mí que en esa época apenas era un niño, porque con su presencia hacia que todos se reacomodaban cuando ella llegaba, como que todo tenía que funcionar perfecto y ella con su mochila al hombro y su manera de hablar hacia que así fuese, era clarísimo que se notaba cuando ella estaba cerca, recuerdo una vez en su oficina en los sótanos de la tarima me preguntó si yo iba a reemplazar a mi papá cuando grande presentado el Festival, y yo con una seguridad como pocos lograban tener delante de ella le dije: “No, yo voy a ser actor” y me comentó “muy bien, entonces estudie mucho para eso, para que sea un gran actor y orgullo de todos nosotros los vallenatos”, enseguida miré a mi papá quien sorprendido veía mi conversación con La Cacica a quien él tanto respetaba.

Recuerdo también que la gente se aglomeraba sin importarle el sol ni el calor a ver a los participantes, ya que había una pasión por ello, porque en ese tiempo era impensable traer un artista extranjero al Festival, la mayor atracción era ir a la plaza para ver a los acordeoneros competir, donde todos en el público se creían expertos del folclor diciendo quién “pelaba” pitos o quién le había robado pases a otro acordeonero de anteriores festivales; en ese tiempo lo verdaderamente importante era la fiesta alrededor de la caja, guacharaca y acordeón.

De los festivales que más recuerdo fue cuando se presentó Juancho Rois, yo estaba más grandecito y quería que fuera el rey, en ese entonces mi papá trabajaba con Diomedes Diaz, y Juancho junto al Maño Torres (QEPD) siempre me asustaban cuando llegaban a mi casa hasta hacerme llorar tocándome una trompeta que me atemorizaba por completo.

El día de la final se daba por sentado que Juancho sería el rey, habían hasta personas cargando conejos apoyándolo ya que por sus dientes le llamaban ‘El Conejo’, el jurado era de lujo y al momento de conocer el nuevo rey yo estaba debajo de la tarima y mi papá salió de la oficina donde estaban deliberando y me dijo con el veredicto en la mano: “Aco quédate aquí, no te muevas que perdió Juancho Rois”, así lo hice y recuerdo como si fuera hoy el momento cuando micrófono en mano dieron el fallo, recuerdo clarito cuando dijo: “Tercer lugar Gabriel Julio, segundo lugar Juan Humberto Rois, primer lugar Julián Rojas”, fue entonces cuando empezó el desorden, la gente comenzó a tirar botellas y todos nos salvaguardamos en los sótanos de la tarima, a esperar que bajara la inconformidad del pueblo, sin saber yo que estaba siendo testigo del festival más polémico de la historia.

En esos años tuve la dicha de conocer muchos personajes, casi siempre me embobaba con los famosos que venían, pero sobretodo viendo a los presidentes como Alfonso López, Ernesto Samper, César Gaviria, Andrés Pastrana y todo ese sequito que los acompañaba y me envolvía con su protocolo, lleno de edecanes, escoltas y chaperones que para un niño como yo era increíble tenerlos tan cerca después de verlos a diario por televisión.

También recuerdo el año cuándo ganó Álvaro López porque fue un gran festival y por los personajes que vinieron, yo veía a Juan Gossaín uno de los jurados con admiración y familiaridad ya que el sin saberlo era la voz en off en mi casa debido a que mi papá lo escuchaba todas las mañanas en su programa Radio Sucesos RCN, en ese festival conocí también a un señor de bigotes que hacía de jurado, estaba muy entusiasmado cantando y contando historias de las cuales todo se reían pero yo no entendía, años después me vine a dar cuenta que ese señor se convertiría para mí en el colombiano más grande de la historia, cuya obra yo compraría y leería casi en su totalidad en mi adultez, ya que era nada más y nada menos que el hijo del telegrafista de Aracataca, el gran Gabriel García Márquez.

Tiempo después empecé a vivir ya el festival diferente, a gozármelo como público y enamorarme más, disfrutándolo con cada aguacero que caía, hasta despedirlo de la plaza Alfonso López con un concierto de Juanes que en esa noche estuvo majestuoso.

Vino después la época de vivir el festival desde el Parque de la Leyenda, en ese entonces yo vivía en Europa y mi amor por el festival era tal que las únicas fechas que escogía en mi exilio voluntario para volver a Colombia era esa semana de abril para festivalear; aquí en este nuevo escenario recuerdo el concierto del regreso del Cacique Diomedes Díaz después de cumplir con la justicia, en un parque que lo recibió como diría cualquier vecino “lleno hasta los teques”, en una noche donde nadie pensaba que el que se robaría el show sería Kaleth Morales, donde los presentes no sospechábamos que estábamos siendo testigos de su presentación de debut y despedida en el parque.

Siempre en mis trabajos y obligaciones invento algo para esas fechas poder venir al festival, la vida ha transcurrido y mi historia con el festival sigue intacta, tanto que el año pasado fui escogido por primera vez como presentador oficial para Telecaribe y televisión pública. Un orgullo para mí.

Por todo ello, por mi historia y por todo lo que representa para todos nosotras los vallenatos, estas letras de este relato van dedicadas con todo cariño a nuestra fiesta, a nuestra tradición, a nuestra vallenatía, a nuestro Festival de la Leyenda Vallenata.

Heráldico Pérez: @aco_perez