28 mayo, 2019
Una gran polémica se desata a nivel general cuando de vallenato se habla, especialmente por la ausencia del género en fiestas importantes de Colombia como en los grandes espectáculos de la Feria de las Flores, en Medellín.
Última actualización mayo 28, 2019 a las 05:39 pm
En la música no hay fórmulas para el éxito. Nadie la tiene. Existe sí un propósito claro y se centra en la calidad de artistas, quienes generalmente le marcan al público un camino para transitar en medio de la abundancia de talentos.
El vallenato, con sus cientos de agrupaciones, es el género más consumido en Colombia. Dicho por el DANE, el 60,9 % de los colombianos aseguraron escuchar vallenato (2017). Pero hoy el análisis no está centrado en escuchar o no y mucho menos decir que está en crisis cuando ls cifras demuestran lo contrario; lo que está claro es la deficiencia en estrategias por parte de los integrantes de este género.
El vallenato no está en crisis: los artistas sí están en crisis. Y las razones puedo explicarlas con los siguientes datos o ejemplos: la música de acordeón es el sustento de miles de familias, no solamente en Valledupar, sino en las regiones donde hay una agrupación; nada más la Asociación de Manager de la Música Vallenata tiene 35 agremiados de la región Caribe; la Sociedad de Autores y Compositores más de 8.000 afiliados en Colombia; todos reciben algún tipo de ganancia sin importar el estatus.
Se habla de la ausencia del vallenato en fiestas como el Súper Concierto de la Feria de las Flores, en Medellín; la poca presencia en el Festival Internacional de Puerto Gaitán, Meta. Pero no es por el vallenato, básicamente hay diversidad y así pasa con los gustos. No todo es vallenato, eso es normal.
La falla tiene contextos musicales (donde no entraré a debatir) y estratégicos. Los artistas, ya sean cantantes o acordeoneros, han quedado relegados al pensamiento de su idiosincrasia, que es netamente cumplir compromisos semanalmente, pagar una nómina y acostarse a esperar una llamada para firmar otro contrato. En las redes sociales se trata de el que más toques tenga por encima de cualquier cosa.
No es solamente hacer colaboraciones (término empleado del género urbano), cantar el más adulto con el más joven o intercambiar ritmos en las salas de grabación. La música hoy pasa por otros campos y es básicamente la creación de contenidos ligados a la industria; televisión, gestiones políticas, campañas publicitarias, marketing, comunicación estratégica. Se necesitan líderes, no simplemente artistas.
Nadie tiene el secreto para pegar una canción. Horas de trabajo en arreglos, grabaciones con los más novedosos equipos, ingenieros, asesores y al final solamente el oyente tiene la potestad para aprobar o desaprobar.
Un éxito está facultado para salir de una ‘caja de fósforo’ o del imaginario de Emilio Estefan. Hablemos en el vallenato, se acuerdan de Jorge Pabuena y Los Genios del Vallenato (Malo); José Luis Carrascal (Como duele el frío); Los Infieles del Vallenato (Enséñame a olvidar); Luis Mateus (Muero por verla). Sus creadores (intérpretes) fueron efímeros y no sostuvieron una carrera.
Ejemplos claros en la actualidad son los de Omar Geles (acordeón), Silvestre Dangond (canto) y Jorge Celedón (agrupación). Se reinventan periódicamente, el reconocimiento los hace exitoso y con solo el nombre sostienen cualquier tipo de espectáculos. Venden boletas como dice un amigo.
Empresarios se quejan por los altos costos de agrupaciones; nuevas, reconocidas y auténticas. Los valores oscilan entre $15 y hasta $250 millones, a eso se suman costos de producción, impuestos, publicidad, logística. Y sí que es alta la inversión cuando en un concierto se piensa.
Se han preguntado ¿qué sería del vallenato sin historia? Esa misma es la propicia para diseñar entre artistas, folcloristas, investigadores, academia, periodistas, locutores, programadores, institucionalidad y seguidores.
No es de uno, es de todos, aunque las ganancias y dividendos no terminen en tus bolsillos.
Por: Carlos Mario Jiménez
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