26 abril, 2021
La ausencia sentimental de un amante de la fiesta más grande de acordeones del mundo la traduzco hoy en estas líneas.
De niño mi papá, Cristóbal Jiménez, me llevaba a la plaza Alfonso López un día de los cuatros que tardaba el Festival Vallenato. Ese día era festivo, era distinto y muy agitado.
Al ritmo de los acordeones, caminando por el caliente pavimento, haciéndole quite a las sombrillas y vendedores ambulantes, recorríamos casi todos los árboles o sitios donde se situaban los acordeoneros participantes, porque lo nuestro era siempre ir a ver a los profesionales. Desconocidos, famosos, jóvenes, adultos y todo el que se colgaba su acordeón al pecho se robaba nuestras miradas. Del paseo hacían parte mis hermanas y hasta mi hermano mayor.
Acordeón, caja y guacharaca todos los abriles. Como espectador, acompañante y periodista, así han trascurrido mis últimos 17 años de vida laboral. Todos los reyes ganadores los he visto frente a frente, en la tarima o debajo del techo de mi casa, incluso, hasta éxitos hice como ‘El vicio’, cuando Hugo Carlos Granados ocupó el primer lugar durante el tercer rey de reyes.
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Pero hoy me embarga la ausencia sentimental de Rafael Manjarrez, porque, aunque no estoy lejos de Valledupar, si de esta bonita fiesta que engalanaba a la ciudad del 26 al 30 de abril. Con los años han corrido la fecha por temas comerciales y no culturales, pero ese es otro capítulo.
Sin casas adornadas, sin afiches por las calles, sin publicidad, sin promociones, y algo muy especial, sin movimiento económico, el Festival Vallenato se hace extrañar más de lo debido. En su esencia está la dinámica de empleo, emprendimiento, rebusque y crecimiento cultural. Ningún chino tiene la culpa, menos un gringo, por el dolor que hoy sentimos quienes amamos esta fiesta tradicional de la Virgen del Rosario, solo la ciencia o el destino.
Dos años sin abriles de paseos, puyas, sones, merengues, versos, canciones inéditas. Difíciles porque las circunstancias no se prestan y el futuro es incierto. Lo que añoro es el paso de la pandemia, así florecerá nuevamente el fervor por inscripciones, homenajes y visitas a Valledupar en pleno Festival.
Manuel Vega, el primer rey virtual del certamen, pasó casi que desapercibido y era de esperarse. Sus notas trascendieron por la red, mientras la mítica plaza Alfonso López se quedó esperándolo para contribuir a su corona. Y el Parque de la Leyenda, ni se diga.
Las críticas hubiesen aparecido, a eso le teme Mello Castro y muchos políticos, pero la vida se trata de tomar decisiones que al final gustarán a unos y otros no.
De todas maneras, yo dejo por sentado que Iván Villazón en su trabajo ‘Los 4 aires’, con el acordeón de Jeimy Arrieta, puso algo de olor a Festival Vallenato a esta desazón, que ni la Fundación del Festival Vallenato ha sido capaz de contener con tanto material en su archivo, que hasta fruto le sacarían si escucharan recomendaciones.
Este año ya no fue en abril, tengo la esperanza de que en 2022 sí, con todos los hierros y concursantes que llevaremos en PRIMERA LÍNEA.