8 agosto, 2019
Con el acuerdo de paz, el Eln y el Epl comenzaron una guerra brutal por el control del territorio y de las rutas de narcotráfico a Venezuela.
Última actualización agosto 8, 2019 a las 02:34 pm
José Miguel Vivanco, director de Human Rights Watch para las Américas de la organización reveló la cruda realidad que viven colombianos y migrantes a propósito del último informe titulado «La guerra en el Catatumbo. Abusos de grupos armados contra civiles colombianos y venezolanos en el noreste de Colombia».
En una entrevista concedida al diario El Espectador, el director de la organización da detalles de la situación en la frontera y el control que ejercen grupos armados como el Eln y el Epl y las disputas territoriales que se generan por el narcotráfico.
La situación en la frontera entre Colombia y Venezuela es muy grave. Los grupos se están disputando las rutas de narcotráfico a Venezuela y cuentan con la ventaja de que pueden cruzar la frontera para usar el territorio venezolano como retaguardia.
Los abusos de los grupos armados se han disparado en el Catatumbo tras la salida de las Farc. Antes de la desmovilización de esa guerrilla había una división del territorio entre las Farc, el Eln y el Epl. Pero con el acuerdo de paz, el Eln y el Epl comenzaron una guerra brutal por el control del territorio y de las rutas de narcotráfico a Venezuela. Además, contribuyó a esta situación que, tras la muerte, en 2015, de “Megateo”, el líder histórico del EPL en el Catatumbo, quedaron como lideres del grupo algunos comandantes con menor “formación política” que estaban más dispuestos a entrar en confrontaciones con el Eln. En el contexto de esta guerra, el Eln y el Epl, así como una disidencia del Frente 33 de las FARC, han cometido todo tipo de abusos en contra de la población civil.
En este contexto, los grupos armados están cometiendo abusos brutales, tales como, asesinatos, desapariciones, secuestros, violaciones sexuales y reclutamiento de menores. Las cifras son verdaderamente dicientes. Desde 2017, se han desplazado, según cifras oficiales de la unidad de víctimas, más de 40.000 personas en el Catatumbo. Además, la Fiscalía está investigando más de 180 casos desapariciones, 17 casos de reclutamiento forzado y cerca de 1.000 amenazas.
Los grupos armados ejercen un control muy claro sobre la población. Obligan a las comunidades a seguir sus reglas y caprichosos. De hecho, son los propios grupos armados los que establecen controles migratorios para los migrantes venezolanos. Solo permiten que ingresen los venezolanos que tienen una “recomendación” de un local. Y si el inmigrante no trabaja o comete alguna infracción a las normas de los grupos armados, la persona que lo recomendó debe “rendir cuentas”.
Del estado venezolano no se puede esperar nada porque está controlado por una mafia corrupta. En cuanto al gobierno colombiano, el abandono histórico de esta zona es muy grave. Nosotros hemos documentado en terreno enormes deficiencias para proteger a la población civil y a los lideres sociales; prevenir abusos; otorgar asistencia humanitaria a los desplazados; y garantizar que las victimas tengan justicia.
La enorme mayoría de los abusos quedan en la impunidad. Ello ocurre en parte porque no hay fiscales e investigadores suficientes para investigar y procesar los crímenes de los grupos armados. En Tibú, por ejemplo, hay apenas tres fiscales de los cuales uno tienen 2.400 casos. La enorme mayoría de los municipios de Catatumbo no cuentan con ni siquiera un solo funcionario de CTI.
De manera similar, la asistencia a los desplazados ha sido lenta e insuficiente. Cientos de civiles han vivido en albergues temporarios improvisados por las comunidades. Algunos albergues no tenían ni siquiera muebles ni agua corriente.
El Catatumbo es una zona muy importante para los grupos armados por cuanto están las rutas de narcotráfico hacia Venezuela. Y permite el control de los cultivos de coca, que se utilizan para producir cocaína. Esta es una de las regiones de Colombia con mayor cultivo de coca.
S: Entrevistamos a un niño venezolano de 14 años que había dejado la escuela en Venezuela porque sus padres no podían darle de comer a la familia. Trabajaba en plantaciones de coca en Catatumbo de 5 a.m. a 4 p.m., bajo un sol agobiante. Nos dijo que a veces los venezolanos trabajaban apenas por un plato de comida y que con él trabajan niños colombianos y venezolanos, algunos de ellos de apenas ocho años. Nos contó que le encantaría regresar a la escuela, pero que no podía. Tenía que trabajar.
El resto de la entrevista La guerra en el Catatumbo colombiano la puedes leer aquí