5 marzo, 2024
La historia musical de un hombre cuyas raíces se siembran la Sierra Nevada de Santa Marta.
Última actualización marzo 5, 2024 a las 04:11 pm
La Sierra Nevada de Santa Marta tiene sus propios sonidos, ‘El Corazón del Mundo’ late con ondas sonoras de naturaleza, pero también con los instrumentos que los pueblos indígenas crean teniendo como materia prima el cuero de algunos animales y la madera de los robustos árboles que crecen en la imponente montaña.
Así nacen las tradiciones, en el pueblo donde en algún momento se escucharon gritos de dolor, retornan las danzas que hacen cultura al son de la caja, el carrizo y las maracas; detrás de cada instrumento hay una persona que compone, interpreta y canta letras que son historias autóctonas del territorio indígena Kankuamo.
‘La Dinastía Kankuama’, se llama una agrupación que está conformada, por supuesto por hombres pertenecientes a esta etnia, que son hijos de músicos del pueblo Kankuamo, “este grupo tiene 22 años, a veces somos seis integrantes en los instrumentos: dos cajeros, dos carriceros y dos maraqueros” explica Estibinson Mindiola, el hombre que interpreta una de las cajas, que compone particulares letras y que le pone nombre a cada uno de sus instrumentos.
Indiscutiblemente el sonido del carrizo hace que el escucha se traslade a lo espeso de la Sierra Nevada, en medio del calor de Valledupar, estos aires musicales traen el mismo frescor de la cordillera de Colombia, la letra expresa lo que en el territorio se ve y se vive, el ganado, los animales, la siembra, la mujer y algunos temas familiares, son interpretados con mucho ritmo al son de los instrumentos que han creado manos propias del territorio ancestral de donde vienen: Atánquez, Chemesquemena, Los Haticos y Rancho La Goya, en zona rural de Valledupar “Una caja doble forro que se ateza con pita de fique, cuero de chivo y dos bolillos de macano porque este palo es fuerte, de estructura fuerte y no se rompe, el carrizo que es la flauta, pero acá le decimos carrizo, y un par de maracas todo eso es construido aquí en la región” explica Mindiola, cantante y quien toca el cajón o caja.
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“No hay que envidiarle al Festival Vallenato, dentro de la música tradicional hay compositores de antaño, los abuelos de nosotros, después nuestros papás, esto va de generación en generación, siempre tratamos de conserva los títulos y las letras, dentro del grupo hay compositores que sacan nuevas letras, siempre tratamos de conservar la tradición de los viejos de nosotros” expresa el cajero de la ‘Dinastía Kankuama’, quien, además toca la caja tradicional en el aire de merengue en conjuntos vallenatos, “los tíos míos son cajeros y yo soy cajero por sangre, como dice Poncho Zuleta la sangre llama me gustó tocar la caja”.
La música tradicional Kankuama es una de las cartas de presentación de esta etnia, también están el baile, sus artesanías y por supuesto, gastronomía, los dulces también son típicos allí, “la música nos identifica como parte del mundo, porque ‘El Chicote’ (música y baile típico) podemos darnos el orgullo de decir que es único, el de los Arhuacos es un chicote semejante, pero el nuestro se identifica en cualquier parte” así describe sus ritmos, Mindiola hace de la música su medicina, recuerda tiempos que en su región no fueron tan fáciles, tiempos que califica como injustos, pero al tiempo sabe que sus cantos son el relajo que los ha permitido sonreír mientras el pueblo sana de dolores sabiamente como es su naturaleza, “a pesar de que estuvimos un conflicto por malos entendidos de los grupos armados, porque a nuestro pueblo le fue mal en cuanto a orden público, fuimos víctimas de estos grupos que, sin cerciorarse bien de cómo eran las cosas, actuaron a su acomodo, pero gracias a Dios que ya casi está volviendo a la normalidad” puntualizó.
Un instrumento que tiene nombre propio
Estibinson sonríe siempre, mientras toca y mientras canta incluso sonríe, eso fue lo que hizo que la mirada de este medio de comunicación se pusiera sobre él, sobre todo cuando se le escuchó decir entre carcajadas y en voz alta el nombre de la caja o cajón que en ese momento tocaba, “yo les pongo nombres (a la caja), una se llama ‘La Pechichona’, otra se llama ‘La Consentida’” sin embargo, esta que ahora estrena tiene un nombre totalmente opuesto a lo agradable que suena: “LA CAGÁ”.
“mandé a hacer el cajón, a que me lo compusieron y el muchacho que arregla los instrumentos, por gracia, porque fue por chiste de él, me le echó un color amarillo y el día que me llamó a preguntar qué nombre le iba a poner a la caja, le dije bueno tu como le echaste ese color le voy a ‘poné’ “La Cagá” … y así se llama.