Por: Equipo Primera Linea


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“Ensayo sobre una vida brillante”

11 mayo, 2023

El locutor Javier Fernández Maestre es el más destacado como influyente del vallenato en los últimos años. Esta es su historia.

JAVIER FERNANDEZ MAESTRE VALLEDUPAR
Javier Fernández celebra más de 30 años en la radio colombiana.


Desde niño tomé la decisión de ser locutor, por vocación, no tenía dudas, mis ganas y el amor que desde niño le siento a la radio fueron definitivos en ese entonces, lo hice teniendo como propósito, jamás ser uno del montón. A Dios gracias, lo he logrado.

En mi niñez caminaba un largo trecho para regresar a mi casa desde el colegio, estudiaba la primaria en el Ateneo El Rosario, entonces vivía en el barrio Simón Bolívar con mi abuela paterna María Fernández, El Ateneo era una institución para personas de estrato alto, para esa época, sin embargo, mi abuela y mis padres, Luis Fernández (q.e.p.d.) y Emma Maestre ‘Mamaíta’, trabajaban duro para darnos ese privilegio, de estudiar en un buen colegio.

En busca de un mejor porvenir para la familia, en especial para sus nietos, mi abuela se radicó en Valledupar, yo que era un niño en ese momento, me escogió como compañero de ella, mientras que mis padres y hermanos se quedaron en Manaure, al frente de la miscelánea que tenían allá.

Cuando cursaba tercero de primaria y salía de clases, pasaba por la emisora Radio Guatapurí, entraba al radioteatro para ver de lejos el trabajo de los locutores de esos tiempos, en medio de esos recuerdos vagos se me antoja que no entraba solo por curiosidad sino también tratando de escapar al trabajo duro y aburrido que me esperaba detrás del mostrador de la tienda que teníamos con mi abuelita.

Mi abuela alternaba entre la miscelánea y su oficio de modista, yo le ayudaba con la atención a los clientes. Como tendero siempre me acompañaba un radio. En ese ambiente crecí, hasta que entré al Colegio Nacional Loperena, al cual asistía en la jornada de la mañana, al salir de clases, de regreso a mi casa, pasaba siempre a deleitarme un rato observando a los locutores de Radio Guatapurí; recuerdo que cursaba cuarto de bachillerato cuando el interés por los micrófonos se marcó de manera definitiva y para siempre en mí.  En quinto de bachillerato, en plena adolescencia, logré hablar con Santiago Marmolejo, director de RCN Valledupar para esa época (1980), quien con su inolvidable gentileza cumplió uno de mis más grandes anhelos: a partir de ese día, por las noches iba a los turnos del locutor Danilo Montero Fuentes, quien aprovechando que la emisora se encadenaba a escala Nacional me dio las primeras instrucciones acerca del maravilloso mundo de la radio.

Como estudiaba por las mañanas sólo podía ir al turno de noche, eso sí con todo el deseo de aprender cada cosa de ese apasionante oficio. Recuerdo bien un episodio cuando se me dio por ir a la emisora en horario diurno, pero el locutor de turno me detuvo en la entrada, me dijo que “que había llegado una orden de Bogotá la cual prohibía el ingreso del personal que no laborara allí”, después supe que era un argumento falso de ese locutor para no permitirme el ingreso, sin embargo, ese hecho me hizo sentir apenado, por temor resolví no volver más.

Cuando estudiaba el bachillerato el en Colegio Nacional Loperena me enteré que esta institución tenía un programa que emitía por la emisora Ondas de Macondo, pedí la oportunidad para ingresar a ese espacio radial, sin embargo, quienes estaban al frente del programa, me negaron la oportunidad.

Después de graduarme de bachiller me fui con mi hermano Rey a compartir en Valledupar una habitación donde la señora Geo Molina, eran tiempos de mucha dificultad económica, y Rey, quien en ese momento trabajaba en el parque La Vallenata, estudiaba en San Juan del Cesar (La Guajira) una carrera técnica en busca de trabajar en la mina, asumía todos los gastos, además, compartía conmigo hasta la ropa interior (calzoncillos, medias, pañuelos) mis otros hermanos estudiaban en Barranquilla sus respectivas carreras universitarias. La ayuda y el apoyo de Rey y su señora Alix; de Luis Fabián y su señora ‘La Iya’, ¡uffff! inolvidable.

Mi abuelita enfrentó una crisis económica bastante fuerte, perdió su capital de trabajo, estaba entrada en edad y luchaba solitaria en la vida; agobiada por las deudas, que no daban tregua, vendió la casa que tenía en el barrio Simón Bolívar y decidió radicarse en Barranquilla, con el fin de reactivarse en materia económica, siempre en su oficio de costurera o modista, con el firme propósito de ahorrar para pagar hasta el último centavo de la deuda dejó en Valledupar, que de hecho, como mujer seria que era, así lo hizo.

Fue en eso momento, hacía quinto y sexto de bachillerato en el Colegio Nacional Loperena, cuando me recorría las calles del barrio Simón Bolívar, no en un simple paseo, si no que como vivía arrendado donde la familia Penso Molina, compartía con Geo, Jayson, Bety, El Negro y Benys, sin embargo, tenía que desayunar, almorzar o comer, donde mis hermanos Rey o Luis Fabián, o en la misma casa que me acogieron con tanto amor.

Cuando mi abuela se fue para Barranquilla, me regresé para Manaure, al lado de mis padres, quienes aún vivían allá; duré seis meses dedicado a lo que nosotros llamamos ‘vagancia’, había terminado el bachillerato. Ojo que casi no voy a la ceremonia, porque no tenía los zapatos adecuados, pero resulta que mi hermana Adalina, quien vivía y trabajaba en Barranquilla, me los regaló.

Aprendí las diversiones de los adolescentes de la época, jugaba buchácara, billar, voleibol y baloncesto; sin embargo, en mis adentros bien sabía que mi mundo y mi destino era otro, de esa manera, con el apoyo de mi familia tomé la decisión de irme para Bogotá. Bajo la orientación de Javier Pallares, quien vivía en la capital y quien hizo las conexiones para que yo ingresara a hacer un curso de locución en la mejor academia de esa época: el Colegio Superior de Telecomunicaciones, allí logré mi propósito, seis meses después había terminado mi curso y estaba listo para enfrentar al mundo. Ese tiempo transcurrió lleno de pasajes gratos conviviendo con tres inolvidables manaureros: Hilis Plata, Pedro (quien me llevó de la mano a la capital y me dio su apoyo) y Juan Félix Montaño, quienes fueron pan y leche para mí en esos momentos.

Después que terminé el curso de locución comencé a buscar empleo, pero no fue fácil, debido a que en esa época exigían la licencia de locución y yo no la tenía. Recuerdo el gesto inolvidable de Orlando Araque, auditor del ISS en esos tiempos, al enterarse que yo estaba en Bogotá, me mandó a llamar y me puso a hablar con los llamados ‘duros’ de la radio del momento, puesto que él manejaba bien esas relaciones, sin embargo, a pesar de esos esfuerzos no fue posible ubicarme en una emisora aunque me hicieron pruebas, por no tener la licencia de locución, la cual adquirí muchos años después y para mí fue de gran felicidad ese logro, porque había que presentar un examen ante el Ministerio de Comunicaciones.

Me regresé para Manaure, y allí volví a recorrer las calles y a jugar con mis amigos Joaco Araujo, Joaquín Salazar, Fredy Vergel (q.p.e.d.) y Barón Fernández.

Lo sorprendió el micrófono

En Manaure, la caseta del pueblo quedaba frente a mi casa, y para esa fecha en que yo estaba organizaron un baile con La Banda ‘San Francisco’ de La Paz, de Manito Johnson, de casualidad no llevaron animador, por lo que la organizadora del baile, Mireya Aguirre, me recomendó con ellos. Ese día no solo oficié como presentador de la banda, sino que a partir de esa fecha yo me iba con ellos a todas sus presentaciones, aun sin ser invitado y sin recibir pago.

Fueron tantas las presentaciones musicales con esa banda, que en una de ellas que organizaron en la caseta Tropicana, alternando con Diomedes Díaz, recuerdo que iba a coger el micrófono para animar, cuando Waber Soto me dijo: “¡oiga pelao!, quédese quieto en primera base que va a animar un ‘duro’ de la radio”. Yo me hice a un lado y esperé en el descanso la oportunidad para acercarme a ese ‘duro’ de la radio, quien estaba solo en una mesa, tomando agua, le pedí que me ayudara, que yo quería ser locutor, y en efecto, mi petición la atendió, lo hizo, me llevó a Radio Guatapurí, donde no tenían súper numerario, el ‘duro’ logró que yo entrara a hacer los turnos como locutor. Así estuve dos meses en el día, y algunas veces por noche.

Al lado de ese ‘duro’ de la radio formé mis principios y valores profesionales: disciplina, entrega y amor por lo que uno hace. Muchas veces el llanto cubrió mis ojos por sus regaños duros, pero después comprendí que esos regaños me fueron útiles en el aprendizaje y para forjar mi carácter; desde entonces lo que he sentido hacia ese ‘duro’ de la radio es un sentimiento de admiración, respeto y agradecimiento. Gracias gran maestro Isaac León Durán, por su apoyo y tantas enseñanzas.

Dos meses después de estar en Radio Guatapurí AM, entré a Guatapurí FM (frecuencia 93.7) (que hoy pertenece a Olímpica), en ese momento era una estación especializada en música clásica, baladas y románticas, allí trabajé con Álvaro Torres (q.e.p.d.) y Wilfrido Morelos (q.e.p.d.), de quienes aprendí mucho. En Guatapurí FM permanecí dos años, ya que esa frecuencia la adquirieron los dueños de Olímpica Stereo.

Mientras encontraba otra vinculación laboral en el medio, de nuevo me le ‘pegué’ a Isaac León Durán, quien me llevaba para todas partes y presentaba con notable orgullo su pupilo, es decir, yo. Fue el mismo maestro Isaac quien consiguió que entrara como animador de Farid Ortiz y Emilio Oviedo, pero poco duró esa vinculación ya que consideraron que yo no debía seguir en el conjunto porque, según ellos, “ese man es muy malo”.

Hacía turnos en Radio Guatapurí, cuando los locutores salían de permiso para animarle a los grupos a los cuales pertenecían. Consuelo Araujo Noguera llegó a gerenciar Radio Guatapurí, tenía mucha fe y confianza en mí, esos jamás lo olvido. Cuando murió Pedro Vargas me llamó para le hiciera un especial. Le dije: “Cacica, cómo le voy a hacer un especial sobre Pedro Vargas, si no sé nada sobre ese señor”; me respondió: “precisamente, ese es el reto para usted, tiene dos días, prepárese y hágamelo, como en efecto lo hice. No pasaron muchos días, cuando recibí de ella una carta motivadora, llena de elogios, la cual me ayudó aún más a confiar en la carrera que había escogido.

Por invitación de mis hermanas, mis padres se habían ido a vivir a Barranquilla, sin embargo, yo me los traje de nuevo para Valledupar, donde les ‘monté’ una tienda en el barrio Primero de Mayo. Yo alternaba esas actividades para poder realizar mi trabajo como locutor y animador, y en los ratos libres iba al mercado a buscar el aprovisionamiento para la tienda.

Mientras buscaba una oportunidad laboral fija, el gran maestro y amigo Isaac León me daba la mano en Radio Guatapurí. Recuerdo que en cierta ocasión la señora Teresa, viuda de don Manuel Pineda, en el radioteatro de la emisora, me dijo: “¿usted es el qué habla en los turnos?, ¿quién le dijo a usted que era locutor?, hágame el favor y se va de aquí, no lo quiero ver más”. Yo le respondí: “señora Teresa, por favor déjeme seguir aquí, a mí esto me gusta, aunque no me paguen, yo quiero estar aquí”. Pero ya ella había tomado la decisión. Grato me ha sido escuchar de su viva voz que algún tiempo después ella se convirtió en una de mis más fieles oyentes.

Con el arribo a Valledupar de la emisora Olímpica Stereo puede lograr mi vinculación laboral a esa estación, primero como operador de sonido, debido a que en sus comienzos la emisora no tuvo locución. Un año después montaron la cabina de locución, pero sólo se hacían dos programas: ‘Las Stereo vallenatas’ y ‘Las 20 Latinas’, que las dirigía Doris De La Torre (q.e.p.d.), a quien mandaron desde Barranquilla a programar la emisora. Los fines de semana yo los aprovechaba para seguir formándome como animador, pero esta vez con la orquesta de Armando Pulido.

Trabajaba como operador de sonido y me rebuscaba los fines de semana como animador. Aquiles Hernández, quien oficiaba como animador de la agrupación Los Diablitos, en una oportunidad me dijo que le hiciera un turno, en efecto, lo hice, pero poco después me enteré de que Juancho Geles, Miguel Morales y Omar Geles, le habían reclamado al bondadoso Aquiles, porque, según ellos, había llevado “esa porquería de animador”

Como la emisora Olímpica Stereo no tenía locutor, yo fantaseaba en mis turnos de la noche y me inventé un micrófono con el cual ensayaba y ensayaba con la ilusión y un no ‘sé qué’ que me decía que lo iba a lograr.

Con la emisora Olímpica Stereo laboré dos años, presenté mi renuncia para irme a buscar nuevos horizontes en Bogotá. Pero qué va, no me fui, porque recibí el llamado para trabajar como presentador de Jorge Oñate, a través de su representante Dagoberto Suárez, quien ya me había visto y escuchado con la orquesta de Armando Pulido. Con Jorge Oñate fui a hacer un turno y me quedé más de dos años, obtuve una experiencia inolvidable, figuraba con un mejor nivel en el ambiente.

Cierto día estábamos en una KZ, me encontré con Andy Pérez, quien me dijo: “prepárate que vas como locutor de Olímpica Stereo Valledupar”.

Seguía trabajando como presentador de Jorge Oñate, arrendé un espacio en Radio Reloj Valledupar, con el apoyo de la gerente de esa época, Loly Luz Ovalle, quien me dio la mano. En Caracol Valledupar hice varios programas en sus dos emisoras, de la mano de Guzmán Quintero y Galo Bravo, dos valiosos y respetados periodistas, hoy fallecidos.

Llegada a Olímpica Stereo Valledupar

Cierto día que me encontré con un operador de Olímpica Stereo, me dijo que desde Barranquilla me estaban llamando, pero siempre le decían que yo vivía viajando, información que no era cierta. Fui a Barranquilla, me reuní con Andy Pérez, quien me referenció y de inmediato me vinculó laboralmente a la emisora Olímpica Stereo. Entré como locutor un 11 de mayo, día de mi cumpleaños, hoy ya hace más de 20 años.

Fui el primer locutor que habló diariamente en Olímpica Stereo, de 6 a 8 de la mañana, de 10 a 12 del día y de 3 a 5 de la tarde.

Al mes de entrar a trabajar como locutor, se produjo el asesinato del cantante Rafael Orozco, era el gobierno del presidente César Gaviria, que enfrentaba una crisis energética y un racionamiento eléctrico en el país lo que provocó el cambio de horario en Colombia. Fue un año, muy difícil, sin embargo, con trabajo y compromiso salimos adelante fortalecidos hasta llenar y superar las expectativas.

Después de un año de estar al aire con Olímpica Stereo, Toño Guardiola llegó a reconocerme que había perdido una apuesta: resulta que Toño, como le decíamos por cariño, “apostó que yo iba a fracasar en la mañana, y más como locutor; según él, porque en la mañana la gente escuchaba noticias y a las emisoras en FM no les luce el locutor”. Lamentablemente para Toño, fuimos exitoso y crecimos de manera exponencial.

Después de obtener mis primeros éxitos en Olímpica me hice el propósito de obtener el numero privado de Rafael Páez, quien oficiaba como director Nacional de la empresa, y en llamada telefónica le expresé mi deseo de seguir creciendo profesionalmente, que quería irme para otra ciudad, pero su respuesta fue negativa y descartó esa posibilidad; una semana después me llegó mi nombramiento como director, cargo que no existía en Valledupar, lo crearon para que yo lo desempeñara. Esa fue la grata respuesta que le dieron a mi solicitud y a mi demostrado compromiso con la empresa.

Esa decisión no cayó bien en la persona que ejercía como gerente en esta ciudad, hubo mucho malestar, inconformidad de su parte.

Una semana después llamé a Rafael Páez para agradecerle la designación en la dirección local, pero que no lo aceptaba porque la situación en Valledupar no estaba bien, el ambiente con mi nombre como director no era el mejor; me respondió que: “lo importante es que cuentas conmigo y con los directivos de la empresa. La decisión de que fuera el director de Olímpica Valledupar no la tomamos de un día para otro, la analizamos y la consultamos, vimos en ti todas las facultades para el cargo. Echa pa’ lante que tienes mi apoyo”. Y la verdad, ese apoyo que me lo ha demostrado.

Ya como director comenzamos a hacer muchas cosas de acuerdo con el ritmo del crecimiento de la ciudad. Considero que, así como ha crecido Valledupar, fui creciendo como profesional y ha ido creciendo nuestra sintonía

Son más de 30 años al frente de una emisora y luchando por un folclor que día tras día amo más. Cuando entré como locutor a Olímpica Stereo no sabía las dificultades en las que me había metido, porque yo venía de presentar baladas, y ahora música tropical, en especial el vallenato. Para esa época ya sentía, y conservo, mucho respeto por grandes conocedores de nuestra música y de medios como el gran maestro Isaac León Durán, Jaime Pérez, Celso Guerra, Julio Oñate Martínez, Carlos Alberto Atehortúa y Rafael Oñate Rivero, entre otros.

Por: Rafael Oñate Fernández ‘Rafico’