El gremio artístico y cultural sufren los embates dolorosos ante la falta de recursos, espacios y el miedo que carcome a cualquier humano por estos días.
Pasan los días y el vallenato siente con más ahínco la ausencia del público. La pandemia por el COVID-19 puso en evidencia que las agrupaciones del género solo se preocupan por hacer conciertos, así generar dinero para sobrevivir.
Fue Iván Villazón el primero en dar el paso. Sin muchas explicaciones y consciente de su decisión, confirmó que Saúl Lallemand no continuaba siendo su acordeonero. Eso lo reveló PRIMERA LÍNEA, en junio de 2020, un día antes de que saliera el comunicado oficial.
El ‘Cantor de cantores’ cumplirá, el próximo mes, un año sin acordeonero fijo. Para cumplir algunos compromisos ha utilizado a Manuel Julián Martínez, Carlos Mario Ramírez, Álvaro López, Franco Argüelles. No lo trasnocha el tema y así me lo ha reconocido porque para cantar su catálogo lo hace con cualquiera que ejecute bien sus melodías. Tampoco es que haga muchas presentaciones, se dedica más a atender su finca y negocios personales.
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Mientras tanto, el gremio artístico y cultural sufren los embates dolorosos ante la falta de recursos, espacios y el miedo que carcome a cualquier humano por estos días.
Lo único que en el vallenato es distinto. Parrandas, fiestas privadas, shows en guitarra, serenatas y demás no han parado. El contratista se expone y los músicos salen en busca de su comida, una ecuación desbalanceada pero acorde a la situación.
Ya vieron que Estados Unidos y otras ciudades de Europa se abre el camino al regreso de las aglomeraciones, allá donde las vacunas las ponen en cualquier calle, droguería, centro comercial, hospitales, allá donde la cultura nos lleva años luces hay un futuro grande, sino pregúntele a Silvestre Dangond, quien se atrevió a hacer ocho conciertos, en igual número de días, con toda su agrupación.
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Preocupa, además de los acordeoneros, la falta de estrategias para generar atracción al público, porque mientras el vallenato se queda estancado en lamentaciones, los del género urbano y popular siguen haciendo música, promocionando, invirtiendo en redes y otros medios de comunicación.
No hay música para escoger, por eso, quizá, el público recurrió a catálogos grabados hace hasta 20 años. Y las pocas grabaciones hechas no han dado resultado, sacando del saco a Silvestre con ‘Las locuras mías’.
Al final me quedo con los audaces, los sensatos quienes todavía se dejan guiar, esos que en un futuro no muy lejano sacarán ventaja de aquellos con talento, catálogo y éxito, pero que le temen a arriesgar.
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