Por: Equipo Primera Linea


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El milagro de Jesús de Nazareno en uno de sus 360 devotos en Valledupar

16 abril, 2025

Esta es una crónica escrita por el periodista Nibaldo Bustamante.

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Última actualización abril 16, 2025 a las 10:20 am

Dicen que la devoción espiritual se entrega en cuerpo y alma; más aún cuando un milagro cambia vidas y endulza corazones, en medio de una veneración religiosa que une el sensible regocijo natural con la tradición religiosa que rinde tributo a Jesús de Nazareno.

Y ahí están los penitentes con sus inéditos testimonios que rinden tributo al Nazareno, como aquella salvación que bajo de los cielos para librar a la humanidad del pecado inevitable.

Rita Arias lleva 55 años como miembro de la Hermandad de Jesús Nazareno en Valledupar y desde sus 13 años de vida guarda un testimonio de fe que, literalmente, cambió su vida que se la entregó a Jesús en cuerpo y alma.

Por allá en 1973, en una humilde vivienda del corregimiento de Mariangola, una niña ayudaba a su mamá en los quehaceres domésticos, sin embargo, el infortunio tocó su mano izquierda al ver que un alambre del brillo grueso con el que lavaba ollas y sartenes se le incrustó en su extremidad; ahí comenzó un drama de aquella joven introvertida, de estirpe pueblerino que lloraba sin cesar, mientras su sangre corría como aquel río desbordado en pleno invierno feroz y sus dedos se encogían en medio del dolor incesante.

“La mano se me hinchó y luego se me maduró, posteriormente me llevaron a Santa Marta para operarme, pero minutos previos a la intervención, me arrodillé, oré mucho para pedirle a Jesús de Nazaret para que todo saliera bien, de un momento a otro los dedos de la mano comenzaron a tomar su posición real y la afección, literalmente, desapareció. No paré de llorar. Fui donde el médico, quien no encontró explicación ante semejante milagro”, recordó Rita Arias, mientras se trasladaba a aquel momento de sanación del que ella misma asegura, “Jesús de Nazareno llegó a mi vida para quedarse definitivamente”.

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Una devoción heredada de cuatro generaciones, la mujer es una de las más de 360 personas que integran la comunidad de los Nazarenos en esta capital que alistan sus túnicas, rituales y celebraciones para Semana Santa, como muestra de una fe intacta que trasciende en tiempo y espacio.

“En el marco de la Semana Mayor, realizamos una serie de actividades, precisamente para conservar la tradición religiosa de una comunidad que, por más de 300 años, aproximadamente, le rinde tributo a la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, a través de actividades que iniciamos desde el viernes santo hasta el domingo de resurrección, como cortes de palma, ayunas, la procesión hasta el cementerio donde permanecen sepultados miembros de nuestra comunidad, una ofrenda floral por los hermanos caídos, las cuatro estaciones de los penitentes, lavatorio de pies, misa de pasión, sermón de las siete palabras, entre otros eventos”, explicó.

La participación de la comunidad de los nazarenos en las procesiones de Semana Santa tiene un significado simbólico y espiritual profundo; al vestirse con túnicas penitenciales y otros atuendos propios de sus creencias, los nazarenos buscan representar la humildad y la penitencia, recordando la pasión y el sacrificio de Jesucristo, expresando su devoción y compromiso con la fe cristiana.

Este tipo de celebraciones se convirtieron en epicentro nacional e internacional para miles de turistas que llegan a Valledupar para rendirle tributo, no solo a la imagen del Nazareno, sino a las diferentes eventos religiosos y culturales ligadas a la Semana Mayor.

Por: Nibaldo Bustamante